viernes, 4 de julio de 2008

Un inquilino de lujo para el sótano

Cuatro entrenadores en tan sólo seis meses y la zona roja a escasa distancia. Un mal presagio. Es el caso puntual del Zaragoza, un elenco que apuntaba a pelear por todas: la punta en la liga, la Copa del Rey y la Copa UEFA, pero que con el tiempo tuvo que ver como sus objetivos se limitaban considerablemente.

Luego de 26 jornadas la terrible realidad alcanzó al conjunto maño. El fantasma del descenso le empezó a respirar en la nuca. Si bien aún no se lleva el ‘gran premio’, desde luego hace méritos para lograrlo, empata en puntos con el último que asegura un tiquete directo a segunda, el Recreativo de Huelva.

Aunque el Zaragoza no entra en el selecto grupo de históricos como el Real Madrid, Barcelona, Athletic de Bilbao o Atlético de Madrid, es claro que la escuadra aragonesa hoy por hoy no debería estar luchando por algo tan nimio como la salvación. Ni siquiera el hecho de haber recuperado la categoría, pocos años atrás, salva a los blanquillos de sus responsabilidades para con su afición.

Pero el bajón anímico y deportivo fue sorprendente. Pese a contar con una pareja goleadora altamente efectiva, el resto del equipo no dio la talla. La defensa resultó endeble y el conflicto entre dos de sus estrellas, Aimar y D’Alessandro poco aportó para la armonía dentro del campo. Por si fuera poco, las incorporaciones de lujo no surtieron efecto. Ni Ayala, Pavón o el Luccin lograron encajar en el esquema de juego. Con esta irregularidad, la suerte del equipo fue a parar a los pies de sus delanteros Oliveira y Milito, quienes, no obstante cumplir con su labor no consiguieron levantar todo el peso que caía sobre sus hombros. Perdieron muchos partidos, se alejaron de los puestos de copa, quedaron apeados de la UEFA en primera ronda y cayeron eliminados en la Copa del Rey a instancias del Racing.

Víctor Fernández no reeditó la labor hecha en el torneo inmediatamente anterior y Garitano poco hizo durante su corta instancia en el banquillo. Ni siquiera un ganador como Irureta, recordado por sus años de gloria en el Deportivo, pudo salvar el bote del naufragio.

Ahora el turno para lidiar con un equipo moralmente resquebrajado es de Manolo Villanova, un curtido entrenador que ya tuvo bajo su mando al conjunto blanquillo hace más de 20 años.

Suerte para el cuadro maño porque la liga ibérica no se puede dar el lujo de perder a un séxtuple campeón de la Copa del Rey, ni a un elenco que practica un fútbol directo y exquisito cuando se encuentra a tope.

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