Es cierto, el verdadero protagonista de este maravilloso y adictivo espectáculo que denominamos fútbol es el jugador. Sin embargo, no es el único participante de la fiesta. Jamás se debe olvidar la valía de un entrenador. Eso sería un error garrafal. Este deporte es colectivo, por tal, una suma de individualidades sin orden ni cabeza visible difícilmente podrá conformar un equipo competitivo. Los que se visten de cortos son los encargados de mover el balón dentro del campo de juego pero es el técnico quien maneja los hilos.
Por eso es una blasfemia destacar la Italia del 34 y 38 sin mencionar a Vittorio Pozzo, o una herejía hablar de ‘la naranja mecánica’ sin tocar el nombre de Rinus Michels; es impensable desligar a Sacchi del Milán, Cruyff del Barcelona o el mismo Ferguson del Manchester.
Y, como tantos en el pasado, en la actualidad varios entrenadores han logrado revertir el desempeño de su escuadra otorgándole una identidad.
En Argentina, Gustavo Alfaro con mucha seriedad logró hacer del Arsenal de Sarandí un conjunto compacto, ordenado, agresivo y muy táctico. Con esta estructura de trabajo pasó de ser un equipo pequeño a campeón de la Copa Sudamericana. Ramón Díaz logró convertir a San Lorenzo en un plantel de talla, con su liderazgo y sus movimientos tácticos.
En Europa tampoco escasean los de este género. José Mourinho con mucha sapiencia supo sacar avante al Porto y al Chelsea. Su carisma, su habilidad para motivar jugadores, pero sobre todo su capacidad de análisis del juego propio y ajeno lo llevaron a ser considerado un emblema de ambos oncenos; Pellegrini conjugando velocidad y precisión, pero dándole margen a la imaginación de sus pupilos logró llevar al Villarreal a puestos de honor; Paul Le Guen con su modelo ofensivo y lleno de libertades le dio estatus de grande al Lyon en Francia y Europa; Juande Ramos con disciplina, orden táctico y psicología deportiva encumbró a los ‘andaluces’ en lo más alto del fútbol europeo, sin mencionar el cambio de imagen que ha hecho en el Tottenham en poco tiempo. Pero no son sólo éstos, también se puede contar a Rafa Benítez, un incansable trabajador y estudioso del tema que triunfó en el Valencia y en el Liverpool; Felipao que logró hacer de una anárquica Portugal llena de estrellas, un equipo obediente y triunfador; Wegner, un abanderado de la cantera que marcó una era en los ‘gunners’, dándole una identidad, con el trabajo colectivo y toque a ras de suelo, sin perder la exquisita puntada final que caracteriza a todo onceno inglés.
Ellos son más que una figura decorativa, son los magos del banquillo.
viernes, 4 de julio de 2008
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