jueves, 22 de enero de 2009

Un equipo como ninguno

Probablemente, si en cualquier lugar del orbe, alguien, mujer u hombre, occidental u oriental, blanco o negro, menciona al País Vasco, lo primero que puede cruzar la mente de su interlocutor es la palabra ETA, el Euskadi Ta Askatasuna, una organización terrorista que ha amedrentado a España por casi cinco décadas.

Pero no sería justo que esta comunidad fuese reconocida por un reducido grupo de insurgentes. Los vascos son más. Son las hermosas playas de San Sebastián y su reconocido festival de cine; el puente colgante de Bizkaia y el castillo de San Telmo; el museo Guggenheim y el teatro Arriaga; y por supuesto, son fútbol.

Verdaderos apasionados por sus escuadras. Los donostiarras con su Real Sociedad y los bilbaínos con su Athletic. Pero con el perdón de los de Guipúzcoa, es el equipo de Vizcaya el que le da un sabor diferente al fútbol ibérico.

Los leones son un onceno único que cuida sus raíces al admitir en sus filas solamente a jugadores nacidos o formados en el País Vasco. Un cuadro sin par, ya que pertenece al triunvirato de clubes (junto al Barça y al Madrid) que jamás ha descendido, es el tercer conjunto histórico de España y su público es tan ferviente que ha transformado a su estadio, el San Mamés, en una fortaleza donde se profesa la religión del fútbol vasco, un lugar al que convenientemente se le conoce como La Catedral.

Debido a su política, los ahora dirigidos por Caparrós habían caído en el dique ya que mientras sus contrincantes se hinchaban de extranjeros ellos tan sólo se dedicaban a cultivar su cantera. Una desigualdad que casi los hace descender.

Pero de la mano de un entrenador formador, de un símbolo como Etxeberria, un goleador como Llorente, y jugadores de selección española como Iraola, Amorebieta, y Orbaiz, los rojiblancos han podido emerger del fondo de la tabla.

Con una afición embelesada y una plantilla concentrada, el Athletic se ha apuntado victorias importantes que lo han catapultado al noveno lugar, muy cerca de los puestos europeos.

Los leones han vuelto a rugir y el conjunto sin igual está siendo noticia y dará mucho de qué hablar.

Les petits princes

Tal vez muchos puedan estereotipar a los franceses como personas arrogantes, engreídas o que se les tenga como personajes visiblemente apartados de la realidad global y apegados netamente a su entorno inmediato. Pese a esto, algo claro, casi como un axioma, es que a los padres de los derechos humanos no se les puede culpar de no querer a su patria, de no sentirse orgullosos de ser la cuna del arte clásico, de ser la nación que dio vida a la ilustración y sobretodo de no cantar a todo pulmón la Marsellesa en un estadio engalanado por el azul, el blanco y el rojo mientras su seleccionado se empapaba de gloria en el césped y se consagraba como campeón mundial.

Por esta razón los aficionados veneran a aquella generación del 98 comandada por Zidane, Deschamps, Barthez y Desailly junto a los aún vigentes Vieira, Henry o Trezeguet. Ellos sí que hicieron historia ya que además de apoderarse del máximo trofeo continental, lograron poner el fútbol galo en boca de todos. Más aún, algunos de ellos consiguieron aunar fuerzas junto a nuevos talentos para ser subcampeones del mundo en el 2006.

Pese a estos triunfos relativamente recientes, el cataclismo acaecido en la Euro pasada puso un signo de interrogación sobre el rendimiento que podían brindar los longevos estandartes de la escuadra del gallo.

Sin embargo, la aparición de nuevas figuras en el torneo doméstico ha hecho crecer las esperanzas de tener un cuadro galo competitivo.

Benzema ya es un cañonero de renombre apetecido por muchos, Nasri dejó el Marsella por el Arsenal para ratificar su talento creativo, Ben Arfa ahora en el OM ha recobrado su velocidad y desborde, a Lloris no le pesó calzarse los guantes del histórico Coupet y Gourcuff cedido por el Milán al Burdeos ha maravillado a todos con sus goles y con una elegancia que evoca al gran ‘Zizou’.

Sin duda todos ellos forman una camada que busca devolver la brillantez juvenil al balompié francés tal como el Principito lo hiciese con su coprotagonista, el aviador, en la famosa obra de Antoine de Saint-Exupéry, cuando trata de recobrar en él, el valor de la sabiduría infantil.

El escudero del Rey

Seguramente en el escalafón de logros planteados al inicio de temporada en muchos elencos europeos habrá de primar uno o máximo dos objetivos puntuales en detrimento del restante, esto ya que escasos oncenos pueden darse el lujo de contar con una plantilla boyante en cantidad y calidad para afrontar tres torneos anuales con la misma determinación y consistencia para optar por el triunfo.

Sin dudas se ha vuelto muy común el desechar la Copa doméstica minusvalorando de esta manera los torneos de eliminatorias directas que tantas alegrías trajeron a los distintos públicos del Viejo Continente.

Si bien en la mente de ningún aficionado cabe la posibilidad de que exista una Premier sin una Copa FA, un Calcio sin una Copa Italia o una Liga de las Estrellas sin una Copa del Rey, la cúpula directiva que maneja los hilos del balompié de estos países se ha encargado de echar al traste el lujo y la brillantez que estos torneos brindaron en alguna ocasión.

En España, la tradicional Copa de su Majestad el Rey o la en algún momento denominada Copa del Generalísimo, pese a tener más de 100 años de longevidad y ser la competición ibérica más antigua, ha sido relegada a un segundo plano por la RFEF. Villar y su séquito han decidido ubicar las fechas en momentos inoportunos y no han querido ofrecer incentivos acordes a un evento de tal magnitud, léase un cupo automático a la Champions.

Pese al empecinamiento con que se ha vilipendiado la imagen de la Copa en los últimos años, se ha erigido una figura excluyente que ha salvaguardado su honor. Este personaje no es más que el mejor jugador del mundo, Lionel Messi, un rosarino con capacidades supra terrenales.

En el 2007 atrajo las miradas sobre este torneo a raíz de su gol maradoniano y este año puso de pie al mismísimo Vicente Calderón tras una exhibición de talento puro, marcando tres tantos, deleitando y prácticamente sentenciando la eliminatoria a favor del Barcelona.

Un escudero ideal para la Copa o si se quiere ir más lejos, el Rey del fútbol que defiende a muerte su propio trono.

Un invierno azul e inesperado

Tal vez muchos lo consideren un galardón mundano, un título sin valor práctico, quizás se le tenga como una mención volátil, aquella que se lleva el tiempo y apenas si perdura en la memoria de algunos caprichosos que recogen los resultados más recónditos e insustanciales. Es aquello que los entendidos han denominado título de invierno. Un logro alcanzado a base de esfuerzo pero que ni queda escrito en los libros dorados ni engrosa las vitrinas de los clubes.

Y claro, sería algo pueril querer afirmar lo contrario pues a mitad de campeonato no se gana nada. Sin embargo este premio, aparentemente trivial, sí que merece un reconocimiento. Nadie puede dudar del valor anímico que suscita para lo que resta de la temporada. Este galardón incoloro y sinsabor, que ni se transforma en estrella ni se disfruta con una vuelta olímpica, puede marcar definitivamente el devenir de una institución.

Si los grandes oncenos europeos pueden sentirse plenos al conseguir este “efímero” título, más debe regocijarse el Hoffenheim, un huésped inesperado en la punta de la Bundesliga.

Este modesto club logró en poco tiempo, de la mano de un ex jugador y ahora mecenas del gigante de la informática SAP, Dietmar Hopp, trepar escalones a pasos acelerados en la liga teutona. De la división regional en la que se encontraba en 2006 alcanzó la primera este año. Con un fútbol ofensivo y ordenado, bajo las órdenes de su entrenador Rangnick, obtuvo la punta y no se desprendió de ella pese a los incesantes embates del Bayern Munich.

Este cuadro no se resignó a no descender sino que con tesón y mucha técnica peleó de igual a igual y se afianzó en el liderato. Su juego colectivo funcionó mientras sus individualidades sobresalieron. Eduardo se erigió como el pasador, Ba como el pundonor, Ogbuke como el habilidoso y el bosnio Ibisevic como el definidor.

Este equipo de una comunidad de menos de 3300 habitantes ha mostrado una fortaleza inquebrantable. Ni siquiera su derrota con el cuadro de Klinsmann disminuyó la moral y consiguieron su primer objetivo: ser los amos del invierno y desde luego, teñirlo de azul.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Arrojo o apuro

Audacia o ingenuidad, valentía o torpeza, fortaleza o debilidad. Unos u otros, calificativos acordes a la determinación tomada por los jerarcas blancos: Cambiar a Schuster por Ramos.

Por más contradictorios que resulten los epítetos arrojados por ambos bandos, cualquiera podría tener la razón, el punto es que todo depende del cristal con que se mire, o mejor, en este caso particular, del resultado que arroje el Derby español.

Para los ingleses resulta hilarante que tamaño club se haga con un técnico que acaba de marcar el peor arranque liguero en la historia de los ‘spurs’. Los catalanes aseguran que contratar a un adiestrador venido a menos es muestra clara del poco tino de los de la Castellana. Los madrileños afirman sin ruborizarse que Juande puede enderezar el rumbo en la Casa Blanca.

Pero la idea no es dilucidar si el manchego es idóneo para el Madrid, es entender si esta medida se ha tomado en el momento justo. Existen tres posibilidades para interpretar este súbito movimiento, helas aquí:

Primera opción: El cambio puede ser una idea estupenda siempre y cuando el resultado del clásico sea favorable. Sería una inyección anímica para un cuadro fatigado por las críticas. El punto de inflexión para un resto de liga promisorio.

Segunda opción: La decisión lógica, no por ser buena sino por no haber más. Tras declarar que no se podía ganar al Barça, el alemán sentaba un pésimo precedente para un equipo carente de confianza. Además, por ser un nuevo proceso, una derrota decorosa sería consentida sin rezongar.

Tercera opción: El Madrid se dejó llevar por el nerviosismo de su presidente, quien viéndose atacado por su junta, Michel y hasta la sombra de Florentino, quería hacer algo más que prometer fichajes nunca concretados. No pensaron que una goleada entorpecería el proyecto.

Quizás los merengues no se pueden dar el lujo de tener cautela. Por tal, lo hecho, hecho está y la cúpula blanca cargará con sus culpas o victorias. Eso sí, si bien los culés no sellaron el descabello de Bernd, si serán quienes marquen el camino del Madrid en lo que resta de temporada.

sábado, 6 de diciembre de 2008

El jardín infantil de Wenger

Quizás en el fútbol actual no resulte innovador hacer debutar a un chico menor de veinte años. Tal vez ni siquiera pueda considerarse como novedad el hecho de que un joven sin experiencia sea inicialista en una liga de primer nivel o que un adolescente se haga con la titularidad de un cuadro europeo.

Pero en un mundo del balompié regido por los resultados y la mercadotecnia, en donde la experiencia prima y las figuras mediáticas son las que venden camisetas y llenan estadios, es impresionante, valiente y hasta loable para un club todopoderoso como el Arsenal, que futbolistas con edades entre 18 y 25 años acaparen prácticamente la totalidad de la plantilla.

Aunque sean muchas las hazañas alcanzadas por Wenger como cabeza visible de proyectos a largo plazo, posiblemente sus más significativos logros a nivel personal los haya obtenido en las últimas semanas: Conformar una sólida segunda escuadra con promedio de 19 años, derrotar a domicilio al último subcampeón de Europa con nueve jugadores de 25 años o menos y finalmente, tener como capitán a un joven Fàbregas.

Todo este periplo de sustanciosos frutos arrancó el 11 de noviembre cuando un onceno londinense plagado de noveles doblegó por 3-0 al Wigan para acceder a cuartos de final de la Carling Cup. En este cotejo el francés se dio varios lujos: Incluir a Wilshere y Ramsey de 16 y 17 años respectivamente, dar más minutos a figuras en ascenso como Vela y Mérida, y por supuesto deleitarse con un Simpson excepcional y goleador. Para completar la gloria juvenil, el pase a la siguiente ronda de Champions lo selló el veinteañero danés Bendtner.

Por si fuera poco, en el debut liguero de Cesc como capitán, los “Baby Boys” consiguieron remontar un marcador adverso en Stamford Bridge derrotando a un Chelsea que se presumía imbatible.

Si bien Wenger en los últimos años no ha alcanzado títulos, nadie duda de su labor como educador. Es el profesor ideal para una clase de sobresalientes en la que lo secundan dos ayudantes de lujo, Almunia y Gallas, y un alumno de honor, el catalán Fàbregas.

lunes, 1 de diciembre de 2008

La verdadera grandeza

Desde luego no se pueden poner en tela de juicio las capacidades físicas y técnicas de un superdotado como Cristiano Ronaldo. Todos han comprobado hasta la saciedad la riqueza futbolística que emana con cada toque, con cada jugada, con cada gol.

Si alguien quisiese darse a la tarea de encontrar en el de Funchal una debilidad para derrumbar aquel castillo de elogios que se erigen sobre él, sería inútil atacar su juego. Hasta el más acérrimo contradictor del Batipibe, ese que pregona que nunca será un grande, sabe que no puede atacar su desempeño individual.

Pero, ¿es un jugador de fútbol verdaderamente grande por el mero hecho de ser habilidoso con la pelota en sus pies? La respuesta es no. Aquéllos que marcaron una época dorada y hoy están en el pedestal perpetuo del deporte, poseyeron una serie de imponderables que indudablemente los llevaron al triunfo y al reconocimiento orbital.

Es ahí donde sí se le puede criticar a Ronaldo. No da muestras de poseer ese algo que se requiere para ser respetado por todos. Si bien su presencia cotiza al alza, su rendimiento en instancias cumbres ha dejado mucho que desear. Como referente en la selección lusa no destacó y aunque nadie duda de su brillo en el Manchester, se sabe que no es el puntal en los momentos críticos. Aún no se percibe en él esa aura de Maradona en el Napoli o de Di Stéfano en el Madrid.

Por si fuera poco, su arrogancia le juega en contra. Está bien ser seguro de sí mismo, pero otra cosa es creerse el primero, segundo y tercer mejor jugador del mundo cuando se tiene al lado estrellas de la talla de Messi, Xavi o Kaká.

Aún es joven, puede cambiar y darse cuenta que no es nadie sin el equipo. Lo que debe hacer es potenciar el grupo con sus habilidades individuales y no hacer que sus compañeros trabajen para él.

Además, el portugués debe entender que no es con discursos ni con señas irreverentes hacia el público que se logra la verdadera grandeza, es con hechos y buenos modales.