sábado, 5 de julio de 2008

Gloria roja en Moscú

Si bien los azules del Chelsea apostaron al máximo por obtener la victoria pregonando un fútbol de avanzada, dejando de lado su táctica de recogimiento y contragolpe y deleitando con su vertiginosidad y precisión a aquellos congregados en estadio de Luzhniki, tristemente para ellos, fueron sus contrincantes quienes, gracias a la suerte de aquel bendecido con el aura del campeón, se alzaron con la victoria.

Sí, los londinenses parecían justificar los tres puntos en el encuentro disputado en Moscú, pero fueron los de Manchester los que se alzaron con la codiciada ‘orejona’.

Su desempeño superó a cualquiera. No hubo Barcelona, Roma o Chelsea, Ronaldinho, Totti o Drogba que pudieran detenerlos. Ronaldo, Rooney, Tévez y Giggs comandaron un ataque de ensueño, Scholes, Anderson y Nani se cansaron de dar asistencias por doquier, mientras que en la retaguardia Hargreaves, Ferdinand, Vidic y Van der Sar lograron hacer de las suyas para consagrarse campeones de manera invicta.

No cabe duda, la Champions tiene un campeón, un inglés que consigue la corona por tercera vez en su historia. No lo logró de manera milagrosa como en aquella majestuosa oportunidad en el 99, pero sí se alzó con el triunfo final mandando con autoridad por sobre la élite del fútbol europeo.

A Ronaldo le bastó una jugada para mostrar su talento y dejar en claro que es el merecedor indiscutible del Balón de oro, Tévez mostró todo su pundonor albiceleste y Vidic se cansó de correr el campo, anticipar a Cole, Ballack y Drogba y corregir las deficiencias del resto de la defensa. Para culminar, el veterano meta Van der Sar ahogó en incontables ocasiones el grito de gol azul y atajando el cobro de Anelka dio un suspiro a Ferguson quien veía como se le escapaba un torneo casi perfecto.

Los rojos son justos ganadores, practicaron un fútbol de talento, sin temores y siempre hacia el frente. Sus figuras no se amilanaron y su técnico demostró que está hecho para ganar. A Drogba lo traicionó el temperamento. Essien mostró su garra pese a la equivocación en el gol de Ronaldo y Lampard se jugó el prestigio adquirido dejando hasta la última gota de sudor en la cancha. Desde los cielos su madre debe sentirse supremamente orgullosa.

El equipo de Abramovich alcanzó la final, pero una cosa es con Mourinho en el banquillo y otra con Grant.

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