sábado, 5 de julio de 2008

¡Son altos, no troncos!

Partido cualquiera, momento cualquiera. Un puñado de fervientes hinchas sentados frente al televisor discuten las incidencias del cotejo. A todo pulmón discurren como los más avezados comentaristas, ninguno se salva de su punzante análisis. De repente, hace su entrada un delantero diminuto, toca la esférica, dribla a un rival y se deshace del balón. Todos alzan la voz al unísono: “Ese tiene pinta de crack”. Momentos después, mandan un centro pasado y el atacante, que parece más un pivote de baloncesto, no puede conectar. “Que se dedique a otra cosa ese tronco” dicen en coro. No señores, no todos los futbolistas de escaza estatura son Messi. Tampoco aquellos gigantes pueden calificarse como inválidos. “Altura no es sinónimo de incapacidad”.

Para la muestra, la Euro. En ella se puede observar jugadores de talla que no sólo se destacan por su capacidad para cabecear. Ibrahimovic es la referencia. Por supuesto que sabe rematar con la testa, pero con el balón en los pies no debe envidiarle nada al más habilidoso media punta. Los regates y fintas son parte esencial de su repertorio.

Luca Toni es otro ejemplo. Es alto pero su fuerte no es el cabezazo. Él crea espacios, pivotea, se mueve entre los defensas y es un depredador del área chica que aprovecha cualquier balón para introducirlo en el arco rival. Sus números hablan por sí solos, goleador en la Fiore y en la actualidad artillero del Bayern Múnich. No hay que ser un genio para comprender que el oriundo de Módena es un grande.

Dos ausentes de la Euro destacan por su tamaño pero también por su juego. Son los casos de Crouch y Carew. El inglés es un fijo en los ‘pross’, sabe desenvolverse con la redonda y aunque sus movimientos parezcan poco ortodoxos puede librarse de los defensas contrarios con facilidad. El noruego es pura técnica. Rosenborg, Valencia, Lyon y Aston Villa han sido testigos de ello. Para él no hay nada imposible. Con facilidad puede rematar de chilena o si hace falta, anotar de taco como lo hiciese ante el Madrid.

Pero no toda esta estirpe de delanteros proviene del Viejo Continente. Martín Palermo es el caso más cercano. Todos quitan méritos a su labor como goleador, lo desacrediten por su estatura y hasta lo llamaron ‘el tronco de América’. Él siguió marcando goles y escribiendo su propia historia.

Son altos, son grandes. ¡No son troncos!

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