jueves, 22 de enero de 2009

Les petits princes

Tal vez muchos puedan estereotipar a los franceses como personas arrogantes, engreídas o que se les tenga como personajes visiblemente apartados de la realidad global y apegados netamente a su entorno inmediato. Pese a esto, algo claro, casi como un axioma, es que a los padres de los derechos humanos no se les puede culpar de no querer a su patria, de no sentirse orgullosos de ser la cuna del arte clásico, de ser la nación que dio vida a la ilustración y sobretodo de no cantar a todo pulmón la Marsellesa en un estadio engalanado por el azul, el blanco y el rojo mientras su seleccionado se empapaba de gloria en el césped y se consagraba como campeón mundial.

Por esta razón los aficionados veneran a aquella generación del 98 comandada por Zidane, Deschamps, Barthez y Desailly junto a los aún vigentes Vieira, Henry o Trezeguet. Ellos sí que hicieron historia ya que además de apoderarse del máximo trofeo continental, lograron poner el fútbol galo en boca de todos. Más aún, algunos de ellos consiguieron aunar fuerzas junto a nuevos talentos para ser subcampeones del mundo en el 2006.

Pese a estos triunfos relativamente recientes, el cataclismo acaecido en la Euro pasada puso un signo de interrogación sobre el rendimiento que podían brindar los longevos estandartes de la escuadra del gallo.

Sin embargo, la aparición de nuevas figuras en el torneo doméstico ha hecho crecer las esperanzas de tener un cuadro galo competitivo.

Benzema ya es un cañonero de renombre apetecido por muchos, Nasri dejó el Marsella por el Arsenal para ratificar su talento creativo, Ben Arfa ahora en el OM ha recobrado su velocidad y desborde, a Lloris no le pesó calzarse los guantes del histórico Coupet y Gourcuff cedido por el Milán al Burdeos ha maravillado a todos con sus goles y con una elegancia que evoca al gran ‘Zizou’.

Sin duda todos ellos forman una camada que busca devolver la brillantez juvenil al balompié francés tal como el Principito lo hiciese con su coprotagonista, el aviador, en la famosa obra de Antoine de Saint-Exupéry, cuando trata de recobrar en él, el valor de la sabiduría infantil.

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