sábado, 30 de agosto de 2008

El Calderón oirá el himno de la Champions

Ya está, es un hecho. Costó lo indescriptible, de eso pueden dar fe jugadores, cuerpo técnico, directivos y sobretodo esa hinchada incondicional que nunca se cansó de alentar a su querido Atleti. Fueron 11 años de sufrimiento, de dinero derrochado a borbotones en jugadores de mucho nombre pero poco corazón, de estrellas aisladas que casi nada pudieron hacer por el conjunto, de entrenadores de lujo, como Bianchi, Ranieri o Sacchi , que apuntaban a salvadores pero salieron desahuciados por no encontrar el rumbo y de directivos que se partían la cabeza buscando una salida a la crisis institucional pero extrañamente terminaban inmiscuidos en escándalos extradeportivos que nada ayudaban a lavar la tan vilipendiada imagen del club. Ese era el ambiente que rondaba desde hace más de una década. Ya el año 97 se antojaba un tanto lejano y figuras como Caminero, Penev o Kiko no entusiasmaban mucho. Era hora de dejar de vivir del pasado y empezar a vivir el presente.

Enrique Cerezo confió en el mexicano Aguirre y él no lo defraudó. Ya sin Torres, pero con una plantilla muy equilibrada, con un mediocampo vertical, Maxi, Simao, Luis y Raúl García, y una delantera de ensueño con Agüero y Forlán, los atléticos lograron un cuarto puesto que les aseguraba la previa de la Champions. Un saldo que había que pagar con creces frente a un envalentonado Schalke 04.

El cuadro rojiblanco se reforzó con miras a este crucial evento. Ujfaluši y Heitinga llegaron para comandar una defensa en aprietos, Assunção como alternativa de fuerza en el centro y Sinama-Pongolle como un veloz recambio para el sector ofensivo.

Con Maradona en las gradas del Calderón, su yerno tomó las riendas, no escatimó esfuerzo alguno, tampoco rehuyó responsabilidades y con jugadas decisivas sentenció al conjunto teutón. Un arranque tímido con algunos errores a mediados de la segunda etapa, pero con un cierre fenomenal. Un 4-0 contundente que llena de gloria a todos los de la Ribera del Manzanares.

El Atlético de Madrid puede sonreír una vez más, abrir su armario de los recuerdos y desempolvar su traje de gala porque ya está invitado al baile más exclusivo de Europa, la Champions League.

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