Ya está, es un hecho. Costó lo indescriptible, de eso pueden dar fe jugadores, cuerpo técnico, directivos y sobretodo esa hinchada incondicional que nunca se cansó de alentar a su querido Atleti. Fueron 11 años de sufrimiento, de dinero derrochado a borbotones en jugadores de mucho nombre pero poco corazón, de estrellas aisladas que casi nada pudieron hacer por el conjunto, de entrenadores de lujo, como Bianchi, Ranieri o Sacchi , que apuntaban a salvadores pero salieron desahuciados por no encontrar el rumbo y de directivos que se partían la cabeza buscando una salida a la crisis institucional pero extrañamente terminaban inmiscuidos en escándalos extradeportivos que nada ayudaban a lavar la tan vilipendiada imagen del club. Ese era el ambiente que rondaba desde hace más de una década. Ya el año 97 se antojaba un tanto lejano y figuras como Caminero, Penev o Kiko no entusiasmaban mucho. Era hora de dejar de vivir del pasado y empezar a vivir el presente.
Enrique Cerezo confió en el mexicano Aguirre y él no lo defraudó. Ya sin Torres, pero con una plantilla muy equilibrada, con un mediocampo vertical, Maxi, Simao, Luis y Raúl García, y una delantera de ensueño con Agüero y Forlán, los atléticos lograron un cuarto puesto que les aseguraba la previa de la Champions. Un saldo que había que pagar con creces frente a un envalentonado Schalke 04.
El cuadro rojiblanco se reforzó con miras a este crucial evento. Ujfaluši y Heitinga llegaron para comandar una defensa en aprietos, Assunção como alternativa de fuerza en el centro y Sinama-Pongolle como un veloz recambio para el sector ofensivo.
Con Maradona en las gradas del Calderón, su yerno tomó las riendas, no escatimó esfuerzo alguno, tampoco rehuyó responsabilidades y con jugadas decisivas sentenció al conjunto teutón. Un arranque tímido con algunos errores a mediados de la segunda etapa, pero con un cierre fenomenal. Un 4-0 contundente que llena de gloria a todos los de la Ribera del Manzanares.
El Atlético de Madrid puede sonreír una vez más, abrir su armario de los recuerdos y desempolvar su traje de gala porque ya está invitado al baile más exclusivo de Europa, la Champions League.
sábado, 30 de agosto de 2008
viernes, 22 de agosto de 2008
Beijing 2008 mira de reojo a Atlanta 96
Agosto 3 de 1996, Estadio Sanford de Athens, Georgia. Aún corren los últimos minutos del cotejo por la medalla dorada. Argentina, dirigida por el flamante ‘Kaiser’ Pasarella y abarrotada de estrellas ya consagradas mundialmente, apenas empata a dos tantos con las Súper Águilas nigerianas. Falta al borde del área, centro y la zaga argentina que sale como un obús queriendo jugar al fuera de lugar, Sensini queda enganchado y habilita al ex azulgrana Amunike quien con una volea vence la valla de Cavallero y decreta el 3-2 final para una celebración africana y una nueva decepción sudamericana. Los nigerianos se erigían como monarcas olímpicos y asomaban como alternativa para pelear junto a las potencias del fútbol mundial.
12 años más tarde, es China el epicentro de una nueva edición de este encuentro en el que se miden, ahora sí, dos grandes del panorama mundial.
La albiceleste ya no sufre por conseguir su primer logro olímpico pues en Atenas calmó su sacia de gloria. Mientras tanto, los nigerianos con un ritmo voraz y vertiginoso a lo largo del torneo han dejado claro que serán un hueso duro de roer para los argentinos y que luego de haber asombrado en el 96 ahora sí que se les debe mirar como iguales.
Ya no hay historia que valga, estos 22 jugadores que se medirán el 23 de Agosto en el estadio del nido del pájaro se batirán como gladiadores en busca de un nuevo baño de oro.
Los pupilos del ‘Checho’ Batista vienen empujados por su victoria ante Brasil, su nómina millonaria y su excelso trabajo colectivo. Su delantera convence con Agüero y Di María y Messi es un fuera de serie que deleita pegando su balón al botín y zigzagueando a rivales en jugadas dignas de un genio.
En cuanto a Nigeria se debe destacar su entrega total desde el minuto 0. Corren y luchan como si no hubiese mañana, pero a su vez son ordenados tácticamente, y por si fuera poco, cuentan con dos baluartes de cara al gol, Ogbuke del 1899 Hoffenheim alemán y Obinna del Chievo Verona italiano.
Duelo de titanes. Argentina aún posee una luz de ventaja, pero ahora los nigerianos ya no sólo juegan con el físico, su técnica es más depurada y son una clara amenaza a las aspiraciones doradas de los gauchos.
12 años más tarde, es China el epicentro de una nueva edición de este encuentro en el que se miden, ahora sí, dos grandes del panorama mundial.
La albiceleste ya no sufre por conseguir su primer logro olímpico pues en Atenas calmó su sacia de gloria. Mientras tanto, los nigerianos con un ritmo voraz y vertiginoso a lo largo del torneo han dejado claro que serán un hueso duro de roer para los argentinos y que luego de haber asombrado en el 96 ahora sí que se les debe mirar como iguales.
Ya no hay historia que valga, estos 22 jugadores que se medirán el 23 de Agosto en el estadio del nido del pájaro se batirán como gladiadores en busca de un nuevo baño de oro.
Los pupilos del ‘Checho’ Batista vienen empujados por su victoria ante Brasil, su nómina millonaria y su excelso trabajo colectivo. Su delantera convence con Agüero y Di María y Messi es un fuera de serie que deleita pegando su balón al botín y zigzagueando a rivales en jugadas dignas de un genio.
En cuanto a Nigeria se debe destacar su entrega total desde el minuto 0. Corren y luchan como si no hubiese mañana, pero a su vez son ordenados tácticamente, y por si fuera poco, cuentan con dos baluartes de cara al gol, Ogbuke del 1899 Hoffenheim alemán y Obinna del Chievo Verona italiano.
Duelo de titanes. Argentina aún posee una luz de ventaja, pero ahora los nigerianos ya no sólo juegan con el físico, su técnica es más depurada y son una clara amenaza a las aspiraciones doradas de los gauchos.
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